Y yo vivo en un barrio
que no
necesita dirección ni mapas.
Y yo habito
en un barrio con una avenida
que es la de
tu espalda,
con ventanas
abiertas
que son las
de tus ojos
y en ese
barrio mío sé de un callejón
caliente y
estrechito de una sola dirección
que es un
secreto entre tú y yo.
Y ese barrio
que yo digo
tiene dos
calles que son tus piernas,
y yo cuento
sus lunares
como quien
cuenta las plazoletas
de tu
silueta, de tu silueta.
Me perdí, yo
me perdí
entre las
carnes del barrio abierto
para subir a
sus azoteas
y subí para
para mirarlo desnudo y claro
mientras que
trepo a sus chimeneas
para oír cómo
jadea.
En mi barrio,
que en verdad no es mío
y que no es
de nadie,
no existen
colegios, ni iglesias, ni alcalde
más que el
del deseo rozando tu piel.
Barrio en
llamas de la luz caliente,
dulce barrio
nuestro
¡De mis
viejos barrios yo hoy aquí reniego!
Cuando me
llegue a mí
la hora de
morir
que me
entierren en mi barrio,
que me dejen
en tu cuerpo.
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